
Pasemos a ver al primero de estos pluralistas:
Empédocles nació en Akragas (actual Agrigento), ciudad situada al sur de la italiana isla de Sicilia, hacia el 495/490 a. C., muriendo hacia el 435/430 a. C. Se sabe que perteneció a una familia ilustre y que este hecho le colocó en una posición de cierto poder político, como líder de una facción democrática en su ciudad natal. Pero la política supuso su perdición a nivel social y su “propulsión” intelectual. Al perder frente a la facción política rival se exilió en el Peloponeso donde desarrolló su vida intelectual. Se dice de él que fue discípulo de Pitágoras o, al menos, pitagórico y maestro del famoso sofista Gorgias. Empédocles ha pasado a la Historia de la Filosofía como un personaje curioso que más allá de su pensamiento acerca de la Naturaleza y su funcionamiento, dedicó su vida a la medicina, la magia y el chamanismo (además de a la política, como hemos visto). Pero centrémonos ahora en su filosofía, que ya habrá tiempo después para contar alguna anécdota suya curiosa al respecto de su misticismo.
Empédocles será el primer filósofo que intente superar el escollo que supuso la filosofía de Parménides. Había que tratar de recuperar en la medida de lo posible el mundo que nos ofrece nuestra percepción sensible. La solución de Empédocles para salvar la representación del mundo que nos hacemos a través de nuestros sentidos consistía en afirmar la existencia originaria de una pluralidad de entes originarios que, como el Ser de Parménides, serían increados, imperecederos y cualitativamente inmutables pero que, al contrario de lo que ocurría con el Ser de Parménides, estarían sujetos al movimiento. Empédocles propondrá cuatro realidades originarias: Agua, Aire, Tierra y Fuego. Aclaremos esto antes de seguir avanzando: Allí donde Parménides postulaba una única realidad como la del Ser que además era inmóvil (quedando toda la pluralidad de cosas distintas que vemos en el Universo como meras apariencias, como “seres falsos” que realmente “no son”), Empédocles concebirá cuatro principios o realidades primigenias (Agua, Aire, Tierra y Fuego) que poseerán las características del Ser de Parménides (no han sido creadas sino que existen desde siempre; son eternas y no mueren; son inmutables cualitativamente hablando, es decir, no cambian en sí mismas y conservan su forma de ser), pero con una gran diferencia: Estos cuatro “arjés” o principios materiales de la realidad SÍ están sujetos al movimiento y es precisamente el movimiento de estos, sus uniones y desuniones, lo que crea toda la pluralidad real, como veremos a continuación.

Empédocles también aceptará el principio parmenídeo de acuerdo con el cual no es posible surgir de la nada (de la Nada, nada procede) ni perecer en la nada (el Ser no puede convertirse en No-Ser). Así, el nacer no será más que la unión de partículas y la muerte su separación. Lo único que no nace ni muere son los cuatro elementos, ya que, como se ha dicho, son considerados inmutables desde un punto de vista cualitativo (el Aire no deja de ser Aire, el Agua no deja de ser Agua, etc.). Pero dejando al margen esta excepción, Empédocles admite el cambio y tendrá que explicar cómo se produce.
Después de Parménides, si se admite la existencia del movimiento, no bastará con postularlo sin más, sino que habrá que dar razones de su existencia y explicar por qué esta es posible y se da realmente. La solución de Empédocles consiste en distinguir por una parte la materia de los cuatro elementos, y por otra la fuerza que los mueve. Es decir, para Empédocles una cosa son los cuatro elementos que componen y conforman todo lo que existe en la realidad y otra cosa es el principio o fuerza que los mueven haciendo que efectivamente la realidad se conforme en toda su variedad y forma de ser. Empédocles no pudo recurrir a un único principio para explicar los procesos de unión y separación, así que se vio forzado a proponer dos co-principios: Amor y Odio. El Amor será la fuerza que lleve a cabo la unión, mientras que el Odio será el encargado de producir la separación. Ambos principios se encuentran envueltos en una lucha sin fin en la que se producen victorias parciales de uno y otro. Esta lucha trae como consecuencia una periódica destrucción del Cosmos y una, también periódica, reconstrucción. En el momento límite en el que el Amor desplaza, por completo al Odio, toda la realidad se condensa en una gran masa esférica en la que todas las cualidades se anulan unas a otras. Es lo que Empédocles llama "Sphairos". Esta gran esfera constituye un solo instante en el incesante proceso universal, pues inmediatamente el Odio comienza a ejercer su influjo disgregando los componentes del Sphairos. Llegando al límite dicha disgregación, de nuevo el Amor comenzará su influjo para condensar toda la realidad.
Resulta curioso ver como Empédocles sostiene una concepción muy afín a la teoría del Big Bang y a la concepción cíclica de este proceso que hoy en día sostienen muchos astrofísicos (podéis leer este artículo al respecto que resulta muy interesante: “Empédocles y la teoría del Big Bang”):
- Para Empédocles, el Cosmos está continuamente creándose y destruyéndose tal y como hemos explicado: en un principio todo estaba unido por la fuerza del Amor y en ese momento el Odio comienza a ejercer su poder disgregando todo lo que estaba unido. Cuando esta disgregación llega a un punto límite en el que el Cosmos ya no puede sostenerse, el Amor vuelve a ejercer su influjo para volverlo a unir todo en una esfera donde, un instante después, comenzará el proceso de nuevo por acción del Odio.
- Según la concepción cíclica del “Big Bang”, la explosión que hizo expandirse a toda la materia que se encontraba concentrada en un espacio mínimo no resultaría un acontecimiento único, sino que se daría constantemente cada muchos millones y millones de años, resultando que el Universo se crea y destruye constantemente. El Big Bang acontece cuando toda la materia se halla fuertemente cohesionada y la explosión hace que dicha materia se expanda. Pero esta expansión hará que, llegada a un punto máximo, el Universo se colapse, haciéndose más denso y caliente y produciéndose ahora, en lugar de la expansión, su contracción, volviendo otra vez al punto originario en el que se produjo el Big Bang que nuevamente se volvería producir (al proceso de contracción del Universo se le llama “Big Crunch”) y así sucesivamente.
Es interesante el paralelismo ¿verdad? Pero lejos de ser un preciso y científico astrofísico del siglo XXI, parece ser que Empédocles era un auténtico taumaturgo, experto en magia y con dotes de chamán. O eso cuentan de él:
Empédocles “el Dios frustrado”: Narra Diógenes Laercio que, según cuenta un tercero, Empédocles se arrojó al volcán Etna para desaparecer y dejar fama de haber sido hecho Dios, pero que el volcán tiempo después arrojó al exterior una de sus reconocibles sandalias de bronce, demostrándose que tal transformación no se dio nunca. También existe otra versión que narra como Empédocles salvó de la peste a un pueblo al limpiar las aguas infestas de un río con la mezcla del agua de dos ríos “sanos” y que, al ser recibido como un Dios por dicho pueblo y adorado de tal forma por el mismo, Empédocles decidió confirmar esta opinión y se arrojó al fuego para “hacerse eterno” (curiosa forma de hacerse eterno eso de arrojarse al fuego). Hay que decir, a favor de Empédocles, que Diógenes también dice que Timeo desmintió ambas anécdotas al asegurar que el filósofo de Akragas simplemente se retiró al Peloponeso para no volver y que nada se sabe de su muerte. Como diría Russell, que cada cual escoja la versión que más le agrade.
1 comentario:
Me encanta como está todo explicado, así todo se entiende. Enhorabuena por el blog, ¡me uno a él!
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