8 nov 2011
PLATÓN (XI): La teoría política de Platón / La sociedad ideal (1)
La teoría política de Platón
Platón desarrolla su teoría política en “La República”. La República es una obra que tiene por objeto de discusión determinar en qué consiste la justicia. Es cierto que en dicha obra se esclarece también, según Platón, qué es la verdad y dónde se sitúa (el Bien y las Ideas en el ámbito inteligible) e incluso cómo podemos llegar a tener acceso a la misma (teorías antropológica y del conocimiento), como ya vimos en entradas anteriores, pero creo que no hace falta ya a estas alturas repetir la trascendental importancia que el conocimiento tiene en el ámbito práctico. Si lo que Platón busca desde el principio es determinar cuál es la sociedad ideal, la mejor de las sociedades posibles, es decir, la más justa, es necesario que sepamos en qué consiste la "justicia" para poder llevarla a cabo (es imposible llegar a hacer lo que no se conoce). Por eso, aunque "La República" es un libro eminentemente de carácter político-práctico, se detiene y analiza detenidamente el problema del conocimiento.
El tema “qué es la justicia” se plantea, pues, en la República (y como es normal en los diálogos platónicos), por medio de una discusión en la que se trata de definir dicha "justicia": según la opinión de los interlocutores del diálogo, la de los hombres buenos, la de los sofistas, etc., tratando en todo momento Sócrates de demostrar las insuficiencias de dichas definiciones de la justicia aportadas por todos los bandos. El método socrático llega al rescate del debate para tratar de aportar la definición más precisa de "justicia".
Platón (por boca de Sócrates en el diálogo) recalca la necesidad de que la virtud, en este caso la justicia, sea común al hombre y a la ciudad, ya que la Idea de Justicia es una y solo una, como sabemos gracias a su Teoría de las Ideas. Podríamos buscarla por lo tanto en uno y en otra en un principio, pero dada la mayor magnitud de la ciudad será más fácil encontrar la justicia inscrita en ella que en el individuo (como siempre le digo a los alumnos: nos es más fácil percibir los detalles en un “cuadro grande”, que en este caso sería el Estado, que en un “cuadro pequeño”, que en este caso sería el individuo).
Es por este motivo por lo que Platón se centrará primero en la cuestión política para, posteriormente, y ya sabiendo qué es la "Justicia" gracias a dicha teoría política, por analogía, establecer qué es la justicia en el ámbito de la ética, es decir, en el sentido individual. Dicho de otro modo: una vez sepamos qué es una sociedad justa, tendremos las herramientas necesarias para saber qué es un hombre justo.
Pero como no hay ninguna sociedad conocida de la que realmente podamos decir que es completamente justa (recordemos que toda sociedad existente se da aquí, en el ámbito sensible, siendo por tanto imperfecta como todo lo que puebla dicho ámbito), Platón propone que diseñemos una sociedad ideal: siendo la sociedad planteada una sociedad perfecta, no podrá carecer de ninguna perfección y deberemos encontrar en ella la justicia en un sentido pleno.
La sociedad ideal
¿Cómo tendría que ser una sociedad ideal? Dado que la sociedad debe existir para satisfacer las necesidades de los hombres, y ya que éstos no son independientes unos de otros ni autosuficientes para abastecerse, el primer fin que debe garantizar toda sociedad es un fin económico. Los hombres tienen diferentes capacidades y habilidades, siendo preferible que cada uno desarrolle las que posee por naturaleza, lo que introduce la división del trabajo en la organización de la sociedad. En una ciudad ideal deberán existir, por lo tanto, todo tipo de trabajadores: granjeros, carpinteros, labradores, herreros, etc., de modo que todas las necesidades básicas queden cubiertas y garantizadas. A estas tareas de producción se dedicará la clase de los artesanos o productores (primera clase social).
Sin embargo, continúa Sócrates en el diálogo, una sociedad que sólo atendiera las necesidades materiales básicas sería una sociedad demasiado dura e insuficiente, pues el hombre necesita también satisfacer otras tendencias de su naturaleza relacionadas con el arte, la poesía, la diversión en general, etc. El fin de la ciudad, que comienza siendo estrictamente económico, no se limita a la producción de bienes, sino que se encamina más bien a hacer posible una vida feliz para el hombre.
A medida que la sociedad aumenta en número de ciudadanos, los recursos necesitan ser ampliados, lo que puede dar lugar a la conquista de territorios vecinos para satisfacer las necesidades de todos, conduciendo a la guerra y a la necesidad de asegurar la paz y el orden dentro de la propia sociedad. Si seguimos el mismo principio de división del trabajo tendrá que haber especialistas en la guerra y la protección que sean los encargados exclusivamente de dichas actividades. A estos especialistas Sócrates los llamará guerreros (segunda clase social).
Falta todavía, pues, algo en esta ciudad ideal: determinar quiénes serán los encargados de gobernarla. Hemos visto como la sociedad se ha ido sofisticando, diversificando y haciéndose más compleja. De un primer momento puramente productor, se ha pasado a otro en el que hay que tomar decisiones importantes para determinar qué leyes deben hacerse respetar para mantener el orden, cuándo está justificado el ir o no a la guerra, cómo debe organizarse la sociedad ahora más compleja que en sus inicios... Ni la clase de los artesanos ni la de los guerreros parecen estar cualificadas para tales decisiones puesto que, por el principio de la división del trabajo, estas tareas organizativas quedan fuera de sus competencias. Por lo tanto, hemos de añadir una tercera clase, la de los gobernantes (tercera clase social), que serán aquellos ciudadanos capaces de organizar y dirigir dicha sociedad. Estos gobernantes serán elegidos de entre los mejores de los guerreros que, a su vez, habían sido elegidos de entre los mejores ciudadanos.
(NOTA: Se habla aquí de primera, segunda y tercera clase social no en orden de importancia, sino en el orden en el que estas fueron deducidas por Platón. El orden de importancia es justo el contrario como veremos más adelante)
De alguna forma lo que Platón ya nos está dejando claro mediante el discurso de Sócrates es que hay algo que resulta esencial para que una sociedad sea justa: esto es, que dicha sociedad esté ordenada, es decir, que siga un orden en el que cada cual ocupe el lugar que le corresponda. Una sociedad justa es una sociedad que funciona bien y una sociedad solo funciona bien si está ordenada. Imaginemos una sociedad cualquiera en la que repartiésemos los roles al azar y no en función de la preparación y especialización de los individuos. Es decir, imaginemos que a los artesanos los ponemos a gobernar, a los guerreros a producir y a los gobernantes a guerrear ¿Cómo funcionaría dicha sociedad? Parece a primera vista que no demasiado bien. La sociedad que se pretenda justa, es decir, que pretenda actuar bien en todos sus ámbitos, debe ser una sociedad ordenada en la que cada miembro de la misma ocupe el lugar que debe.
Pensando en esto, aunque sea brevemente, podremos entender la aversión que Platón siente hacia la Democracia. El sistema democrático ateniense se basaba en la total igualdad de los ciudadanos, es decir, en poner a todos exactamente en la misma posición con respecto al funcionamiento, protección y gobierno de la polis, mientras que Platón sostiene que debe haber una diferenciación de clases para que dicha polis sea gestionada de forma correcta. No todos los ciudadanos están preparados para desempeñar las mismas funciones y por ello si ponemos a hacer algo concreto a alguien que no sabe hacerlo, ese "algo" se hará irremediablemente mal (por decirlo de forma sencilla). Solo si ponemos a gobernar a los que realmente saben gobernar, a proteger a los que realmente saben proteger y a producir a los que de verdad saben producir, entonces tendremos una sociedad justa que funciona como es debido. La sociedad democrática está justo en la posición contraria y por ello desde la misma jamás obtendremos una sociedad justa (de ahí su empeño en reformar el sistema político ateniense).
Aun quedan muchas cuestiones por abordar ¿Qué determina qué posición debe tomar cada ciudadano en la sociedad? ¿Cuál es el mecanismo que lo determina? ¿En base a qué criterio podemos saber que los gobernantes son los más aptos para el cargo? Dichas cuestiones serán abordadas en la siguiente entrada.
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