Lo que conservamos de la obra de Parménides son fragmentos bastante numerosos de un poema filosófico. Aunque Parménides escribiese en verso, el contenido del poema, si exceptuamos el proemio (preludio o introducción del poema), tiene bastante poco de poético. Después de la introducción alegórica, en el que narra su encuentro con la Diosa que le indicará el camino hacia el verdadero conocimiento, el poema se divide en dos partes: la Vía de la Verdad y la Vía de la Opinión.
En la primera parte del poema, Parménides hace un ejercicio de deducción lógica sin precedentes, llegando incluso a negar toda validez del conocimiento obtenido a través de los sentidos: el único conocimiento verdadero es el que procede de nuestra razón, mientras que lo que nos muestran los sentidos son puras apariencias. Es de esta primera parte del poema de la que conservamos un mayor número de fragmentos y, afortunadamente, es la parte que contiene la porción del pensamiento de Parménides que ejerció mayor influjo en la filosofía posterior. En la segunda parte del poema, la Vía de la Opinión, reintroduce inesperadamente el conocimiento sensible y construye una cosmogonía de tipo tradicional. Esta parte del poema, cualquiera que fuese el motivo que le indujo a escribirla, ejerció un influjo bastante escaso en sus sucesores.
En el proemio Parménides va a poner todo el contenido de su pensamiento en boca de una Diosa, al modo en que se hacía en la mitología. Recordemos lo que ya se explicó en su momento: no es cierto que el “logos” sustituya al “mitos”, la “razón” a la “creencia”, de forma radical y excluyente, sino que estos convivieron durante siglos en la cultura helénica y buena prueba de ello es el poema de Parménides. Con ello debió pretender dar carácter de revelación a todo cuanto sostendrá a continuación y de ese modo protegerse de las críticas (de aquellos que podían ver en la Filosofía a una enemiga de la religión local), al tiempo que trataba de ganar la atención del lector para que no abandonase la lectura cuando descubriese lo inaudito de la doctrina que se le ofrece. De nuevo vemos otra característica descrita en el artículo dedicado al “paso del mito al logos”: el poder fascinante que posee el mito lo hace más atractivo que el frío discurso racional del logos. Así, cuando la diosa del poema toma la palabra, lo primero que hace es plantear las posibilidades que hay en relación con el Ser y el No-Ser. Y he aquí una de las cosas que rara vez se explican cuando se expone el pensamiento de Parménides ¿A cuento de qué este hombre se plantea estas cuestiones aparentemente tan absurdas y evidentes entre el “Ser” y el “No-Ser”? ¿De qué puede servir decir que “el Ser es” y “el No-Ser no es”? Veámoslo:
Si en algo contribuye Parménides de manera notable a la Historia del Pensamiento es en colocarse como el primer filósofo que plantea la cuestión de la “existencia” y el origen de todo cuanto “es” en términos puramente lógicos. Es cierto que ya Jenófanes, como vimos, va a tratar de conferir lógica a la cuestión teológica (todo debe provenir de Un Dios superior al resto de dioses y hombres; una Unidad suprema, perfecta, eterna, que escapa del cambio y el movimiento y del cual surge todo lo existente), pero en ningún momento se planteará la cuestión existencial de ese primer y todopoderoso Dios del que habla. Para Jenófanes era evidente que ese “Dios-Uno” era eterno y existía desde el principio de los tiempos sin haber sido engendrado por ningún otro ente. Parménides si va a dar ese paso atrás, ese paso que, de hecho, le coloca frente a la primera pregunta que gira en torno a la existencia. Esta pregunta se podría formular de muchas maneras, pero voy a optar por una que creo que nos pondrá las cosas fáciles y claras:
¿Algo surgió de la nada en el principio de los tiempos o por el contrario hay existencia desde siempre?
En términos parmenídeos la pregunta sería reformulada de la siguiente forma:
¿El Ser surgió del No-Ser inicial al principio de los tiempos o por el contrario hay Ser desde siempre?
Y mi intención al explicar esto es la de hacer ver que lo que Parménides se plantea no es nada raro ni supone una locura. Cualquier persona que se haya planteado alguna vez el origen del Universo y su posibilidad de ser, de existir, se habrá preguntado esto mismo: ¿Existe el Universo desde siempre o por el contrario surgió de la Nada? Parménides se plantea esto mismo en los términos de Ser y No-Ser. O bien hay Ser desde el principio de los tiempos y es precisamente el “Ser” el principio generador de todo cuando “es”; o bien tendríamos que admitir que del No-Ser surgió el Ser. Para Parménides la cosa está clara: de la Nada (No-Ser), nada procede y, por tanto, el Ser ha tenido que “ser” desde siempre, es decir, debe ser eterno, porque sino el Ser no "hubiese sido" jamás y nunca se hubiese dado el paso a la existencia. Solo que la Diosa no va a reducir únicamente la cuestión a dos posibilidades, sino a tres (el hecho de haberlas reducido yo momentáneamente a dos era simplemente para explicar el por qué Parménides se plantea todas estas cuestiones del Ser y el No-Ser, decantándose claramente por la vía del Ser), porque así es como podrá introducir la segunda Vía, la de la Opinión, que tendrá en consideración nuestro “falso conocimiento” de la realidad en la que habitamos (lo veremos después, no nos agobiemos ahora con esto):
Tres posibilidades se dan pues en las combinaciones entre Ser y No-Ser, ninguna más, la lógica no admite una cuarta: 1) la primera consiste en que sólo el Ser “es” (por lo que el No-Ser “no es”); 2) la segunda afirma que el No-Ser “es”; 3) por último, la tercera posibilidad sostiene que “son” al mismo tiempo el Ser y el No-Ser.
Veámoslas por separado:
La segunda posibilidad, el No-Ser “es”, es inconcebible y por ello es desechada desde un principio por Parménides. Es absurdo decir que el No-Ser “es” puesto que su principal característica es la de “no ser”. Sería como decir que la Nada es “algo”; la nada no puede ser más que nada, vacío absoluto, ausencia de ser…
En cuanto a las otras dos, la primera constituye la llamada Vía de la Verdad: el Ser “es” y el No-Ser “no es”; y la tercera, la Vía de la Opinión: el Ser y el No-Ser “son”.
Vía de la Verdad
Como ya indicamos, Parménides va a partir de la afirmación de la llamada Vía de la Verdad: el Ser “es”, y va a extraer todas las consecuencias que de ello se derivan sirviéndose exclusivamente de las leyes del pensamiento, de la pura lógica. De esta forma irá deduciendo las características del Ser única y exclusivamente desde dicha afirmación (el Ser “es”). Detengámonos separadamente en estas deducciones acerca del Ser:
1) En primer lugar Parménides va a negar que el Ser pueda ser generado y que pueda perecer: el Ser no nace ni muere, sino que “es” desde siempre; por lo ya explicado: el Ser no puede proceder de un No-Ser inicial, de una Nada originaria puesto que, como ya se ha dicho, "de la Nada, nada procede”. Esto conduce a la negación del pasado y del futuro, es decir, a la negación del tiempo. El Ser se halla inmóvil y ubicado en un eterno presente.
“Un solo discurso como vía queda: es; en este hay muchos signos de que lo ente es ingénito e imperecedero, pues es completo, inmóvil y sin fin. No fue en el pasado, ni lo será, pues es ahora todo a la vez, uno, continuo. Pues ¿qué nacimiento le buscarías? ¿Cómo, de dónde habría nacido? Ni voy a permitir que digas o pienses “de lo no-ente”; pues no es decible ni pensable que no es.”
2) El paso siguiente en la argumentación consiste en la demolición del concepto de vacío, de la Nada, del No-Ser. El vacío es lo no-ente, y afirmar que el vacío, el No-Ser, “existe” es precisamente la segunda posibilidad de las tres que la diosa presentó a Parménides, la que fue inmediatamente rechazada como impensable, es decir, la que sostenía que “el No-Ser es”. Pero si no hay vacío, no habrá nada que pueda separar a dos realidades distintas y por tanto, debe haber una única realidad: el Ser es uno y continuo.
“Ni está dividido, pues es todo igual; ni hay más aquí, esto impediría que fuese continuo, ni menos allí, sino que está todo lleno de ente. Por tanto, es todo continuo, pues lo ente toca a lo ente.”
3) Para concluir con la derivación lógica de propiedades Parménides llega al carácter limitado y esférico del Ser del modo como podemos contemplar en el siguiente fragmento:
"Permaneciendo lo mismo en el mismo lugar, yace por sí mismo y así se queda firme donde, está; pues la firme Necesidad lo tiene dentro de las cadenas del límite que por ambas partes lo aprisiona, porque no es licito que lo Ente sea ilimitado; pues no es indigente de nada, y si lo fuera, carecería de todo... Pero, puesto que su límite es el último, es completo por doquier, semejante a la masa de una esfera bien redonda, igual en fuerza a partir del centro por todas…"
De entre las propiedades que Parménides le asigna al Ser cabe destacar que tres de ellas figuran en la tabla de opuestos de los pitagóricos, colocadas las tres del mismo lado: el límite, la unidad y el carácter estático del Ser. A partir de este hecho resulta plausible sostener, como algunos estudiosos de la filosofía presocrática han sostenido, que Parménides fue en su juventud pitagórico. El abandono del pitagorismo habría venido provocado por el rechazo del dualismo al añadir a los opuestos la pareja formada por la razón y los sentidos y asociar la verdad a la razón, que nos puede enseñar que solo el Ser "es", y el error a los sentidos, que nos puede mostrar erroneamente que tanto el Ser como el No-Ser "son". Si se pretende alcanzar la verdad, como es el objetivo de toda doctrina filosófica, habrá que dejar de lado el mundo de los sentidos y dejarse guiar por los dictados de la razón, esta es la postura de Parménides que tan famosa hará posteriormente, sobre todo, Platón.
Vía de la Opinión
Curiosamente y tras llegar en la Vía de la Verdad a las conclusiones que acabamos de ver, Parménides reintroduce, en la Vía de la Opinión, ese mundo sensible (la realidad que captamos por los sentidos, la que vemos, tocamos, sentimos, etc.) que acaba de rechazar tachándolo de falso. Este hecho supone un reto a cualquier intento de interpretar el pensamiento de Parménides: ¿Por qué hablar de ese mundo erróneo, falso, aparente, etc. que captamos a través de los sentidos? ¿No debería bastarnos con saber que es falso para ignorarlo por completo e introducirnos en la Vía de la Verdad, en el conocimiento racional de la realidad? En mi opinión, Parménides hace aquí un ejercicio de coherencia que pocos parecen explicar cuando hablan de la escuela eleática. Pongamos un ejemplo y veremos en seguida lo fácil que es comprender todo esto:
Una de las cosas que la escuela eleática rechaza es el movimiento (lo veremos claramente con la siguiente entrada dedicada a Zenón). El movimiento es pura apariencia, es pura percepción errónea de la realidad verdadera que es el Ser. Para que haya movimiento debe haber espacio vacío, es decir, espacio ocupado por “nada” para que lo que "es" se pueda desplazar por dicho espacio vacío. Pero este espacio vacío es "nada" y la nada, como No-Ser, no puede existir. Por tanto, el Ser lo ocupa todo (como ya se explicó en su deducción lógica: el Ser es uno y continuo), no existen los espacios vacíos y el movimiento se torna imposible. Afirmar esto no equivale a decir que no percibimos movimiento alguno. Esto sería una mentira fácil de demostrar ¡Claro que vemos a aquel hombre correr o a aquella piedra que hemos lanzado volar por los aires! La idea que Parménides y los eleatas quieren demostrarnos es que la percepción de este movimiento (que captamos por los sentidos) proviene de una incapacidad de ver la verdadera realidad que es el Ser (que captamos por la razón), cuya naturaleza es inmóvil, inmutable, eternamente quieta… A esta "percepción" del Ser solo llegamos tras un riguroso esfuerzo intelectual, tras una deducción puramente racional.
Yo suelo recurrir a una imagen para explicar esto: imaginemos que todo cuanto existe estuviese contenido en una esfera totalmente lisa y opaca la cual veríamos desde fuera (si esto fuese posible, claro, para Parménides fuera de esa esfera que sería el Ser no hay absolutamente nada) en perfecta calma, sin movimiento alguno. Todo el movimiento que vemos en nuestra vida diaria (el hombre que corre, la piedra que vuela) se daría en el interior de esa “esfera” y sería un movimiento que, en realidad, para nada afecta a la propia “esfera” que permanece quieta, totalmente inmóvil. El movimiento sería pues una apreciación falsa fruto de aquellos que viven en el interior de la “esfera”, que es la verdadera realidad, la totalidad de la misma, y cuya naturaleza sí es inmóvil.
Así, Parménides no nos dice que no veamos el movimiento ni otras apariencias en este mundo, sino que por medio de la razón debemos llegar a la conclusión de que son precisamente eso, apariencias, y que nuestro esfuerzo se debe centrar en salir del conocimiento de esos principios falsos (que son los que generan “opinión”), para llegar a los verdaderos (que son los que generan “ciencia”, verdadero conocimiento).
Resumen: Siempre tengo la misma sensación tras explicar a Parménides ¡Menudo lío que parece que me he montado yo solo! No es para tanto, relax, y la cosa, si nos fijamos bien, se puede reducir muy mucho. Tal y como diría Parménides todo se explica al entender que: “El Ser es y el No-Ser no es”, ni más ni menos. Y al pensar sobre uno y otro salen las conclusiones: Si en un principio no había Nada o, dicho de otro modo, lo que había era No-Ser, entonces, en algún momento, de la Nada (No-Ser), surgió algo (Ser). Pero ¿cómo va a surgir “algo” de la “nada”? Para Parménides esto resulta absurdo (“de la Nada, nada procede”) con lo que nos tenemos que quedar con la otra opción: El Ser “es” desde siempre y “será” por siempre jamás.En cuanto nuestro conocimiento se oriente hacia dicho Ser estaremos en el camino (o Vía) de la Verdad. Pero el problema es que en nuestra vida cotidiana nos topamos con el No-Ser constantemente (vemos espacios aparentemente vacíos, percibimos el movimiento…) y llegamos a creer en su existencia. De esta forma llegamos a creer que el Ser y el No-Ser “son”. Por ello nuestro conocimiento suele estar a medio camino entre el Ser y el No-Ser, accediendo así más bien al camino (o Vía) de la Opinión que al de la Verdad. Solo el esfuerzo intelectual, la búsqueda de la auténtica sabiduría, nos apartará de la simple opinión para introducirnos en la Verdad con mayúsculas, que no es otra que el conocimiento del Ser.
Cuando explico los presocráticos me gusta que Parménides quede claro y por ello le doy siempre muchas vueltas al tema para tratar de simplificar al máximo la comprensión de su pensamiento que, insisto, no es para nada difícil de entender aunque en un principio pueda sonar algo abstracto y confuso. En mi opinión es el autor, junto a Heráclito y Demócrito, que más influyó en el pensamiento posterior (él en los autores más “idealistas” y los segundos en los “materialistas”) y por ello es interesante tener claro qué dijo y por qué. Espero haberlo conseguido.
Resumen: Siempre tengo la misma sensación tras explicar a Parménides ¡Menudo lío que parece que me he montado yo solo! No es para tanto, relax, y la cosa, si nos fijamos bien, se puede reducir muy mucho. Tal y como diría Parménides todo se explica al entender que: “El Ser es y el No-Ser no es”, ni más ni menos. Y al pensar sobre uno y otro salen las conclusiones: Si en un principio no había Nada o, dicho de otro modo, lo que había era No-Ser, entonces, en algún momento, de la Nada (No-Ser), surgió algo (Ser). Pero ¿cómo va a surgir “algo” de la “nada”? Para Parménides esto resulta absurdo (“de la Nada, nada procede”) con lo que nos tenemos que quedar con la otra opción: El Ser “es” desde siempre y “será” por siempre jamás.En cuanto nuestro conocimiento se oriente hacia dicho Ser estaremos en el camino (o Vía) de la Verdad. Pero el problema es que en nuestra vida cotidiana nos topamos con el No-Ser constantemente (vemos espacios aparentemente vacíos, percibimos el movimiento…) y llegamos a creer en su existencia. De esta forma llegamos a creer que el Ser y el No-Ser “son”. Por ello nuestro conocimiento suele estar a medio camino entre el Ser y el No-Ser, accediendo así más bien al camino (o Vía) de la Opinión que al de la Verdad. Solo el esfuerzo intelectual, la búsqueda de la auténtica sabiduría, nos apartará de la simple opinión para introducirnos en la Verdad con mayúsculas, que no es otra que el conocimiento del Ser.
Cuando explico los presocráticos me gusta que Parménides quede claro y por ello le doy siempre muchas vueltas al tema para tratar de simplificar al máximo la comprensión de su pensamiento que, insisto, no es para nada difícil de entender aunque en un principio pueda sonar algo abstracto y confuso. En mi opinión es el autor, junto a Heráclito y Demócrito, que más influyó en el pensamiento posterior (él en los autores más “idealistas” y los segundos en los “materialistas”) y por ello es interesante tener claro qué dijo y por qué. Espero haberlo conseguido.
"Hamlet: ¡Ser, o no ser, es la cuestión!"
Shakespeare
1 comentario:
El mismo Platon reconocia la complejdad del pensamiento de Parmenides y afirmaba que no era capaz de comprendeerrlo plenamente. Los recientes trabajos de Nestor Luis Cordero plantean una vision nueva de las ideas de Parmenides. En primer lugar afirma que nunca existio una escuela eleatica; y en segundo lugar -y mucho mas importante- no rechaza el movimiento; antes bien "el hecho de ser" (No "el Ser", que es una trraduccion erronea del texto origianl) es basicamente dinamico. Las caraqcterisiticas que se le atribuyen a "el Ser" son invento de Meliso y nunca tuvieron lugar en el pensamien to de Parmenides. Ver los libros de Nestor L. Cordero "Siendo, se es" y "Cuando el ser palpitaba".
Anibalbarca.
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